viernes, agosto 21, 2015

Pelibro: 2 de "Pavor y Repugnancia en las Vegas"

Originalmente escrito por el periodista, y creador del subgénero gonzo, Hunter S. Thompson. Esta adaptación llevada a la pantalla grande por Terry Gilliam en 1998 y protagonizada por el pirata favorito de todos, Johnny Depp, es un viaje psicodélico a lo que Thompson se refería cuando hablaba del infame "Sueño Americano".

La revolución de los ácidos en los años sesentas, acompañada por una banda sonora, que le hacía justicia a lo que se vivía, como Jefferson Airplane y los Rolling Stones y los horrores del imperialismo yanqui (como diría el difunto Chávez) en la Guerra de Vietnam; son la antesala y pareja de ésta crónica narrada por la, apenas entendible, voz de Raúl Duke el personaje principal. Duke y su amigo Samoano –y también representante legal– viajan a Las Vegas con el propósito de escribir un artículo de la gran carrera de motocicletas. No obstante, los dos viajes –el geográfico y el psicodélico– apartan ésta motivación por una más interesante y menos convencional: los efectos de las drogas en el entorno de Las Vegas. Desde los casinos, los cuartos de hotel y los restaurantes de mala muerte el par se mantiene como un matrimonio decadente pero ya acostumbrados a cada uno durante toda la desventura.

La obra del periodista gonzo en la vida real forma una rama del Nuevo Periodismo en donde el reportero/corresponsal/cronista/periodista no se mantiene al margen de la historia. Él, ente observador, se vuelve en el detonante de lo que sucede y lo captura a través de sus palabras.
Para Raúl Duke, que a estas alturas es el seudónimo que utilizó el autor para prevenirse de problemas legales, el llamado "Sueño Americano" en la época de los sesentas –y quizás ahora también– no era otra cosa que un mal viaje; engendrado por una combinación de químicos baratos que no servían ningún propósito más que el de destruir el organismo que lo consume y, de paso, arruinar la existencia de los demás que se topen con éste.

Ya lo dice Isaac Newton, que para que un cuerpo altere su movimiento debe de existir algo que provoque dicho cambio; y claro los vicios de los estadounidenses es que una vez que probaron su poderío a través de los océanos mundiales se han vuelto dependientes de ésta acción. ¿Cuál fue ese algo que provocó ese movimiento? Acaso es lo que algunos de nosotros –pesimistas– llamamos la "real condición humana" que es fría, cual sangre de reptil.  En los malviajes de Duke el se ve inmerso en un bar con pisos que se mueven como arenas movedizas; solo, sin su fiel y psicópata acompañante; y rodeado de una multitud de reptiles antropomorfos que deambulan por el bar dónde antes habían personas.

Y es que a lo largo de ésta crónica las televisiones no muestran otra cosa más que los horrores de la guerra. El director bien sabía bien cómo describir la introspección pseudo-sociológica (al caracterizar así a las personas en el bar) que arrebataba la tranquilidad del protagonista.

Sin duda, siempre ha habido un loco en todas las sociedades a lo largo del tiempo; ya sea el loco que se escapa de la caverna y ve el mundo, sólo para regresar y divulgar lo que ha visto más allá de la oscuridad, para que luego sus hermanos le llamen lunático, como describe Aristóteles; o el maniático que irrumpe en el pueblo afirmando que Dios, la figura canónica, sagrada e invencible, por fin ha muerto gracias a sus fieles, como describe Nietzsche; o, ahora, un periodista drogado que escribe el miedo y la repugnancia del nuevo "Sueño Americano" en la ciudad del pecado.

En la actualidad, los locos pueden ser sintéticos.

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